De un tiempo para acá, mi desidia por escribir ha sido inconmensurable, siendo que antes escribía no importando de que se tratase, una situación cómica en donde una persona que no era yo hacia el ridículo, hasta si un perro había mostrado una gran habilidad a la hora de esquivar a los frenéticos conductores.
Aunque la mayor parte no la publicaba y me conformaba con guardarlas en mis carpetas de la compiurer. Pero no faltaba el día que por lo menos escribía unas cuantas estupideces en un pequeño párrafo. Me causaría urticaria el por que, pues ya lo he dicho hasta el cansancio.
Me gustaría echarle la culpa a mi renuencia a parecer estupido más veces de las estrictamente necesarias.
Creo que necesito buscar un trabajo. Me produce diarrea tener tanto tiempo y no tener nada que hacer. Y eso mismo causa que cuando tenga unos pocos deberes (primordialmente escolares) los deje madurar hasta que estén lo suficientemente atractivos como para pelarlos y el tiempo es verdaderamente apremiante. Como la semana pasada que en un solo día me leí el quijote, hice un resumen y un ensayo para entregarlo al día siguiente. Y eso que no empecé temprano.
No me gusta el tiempo y nunca me va a gustar. Soy y no puedo evitar ser impuntual. Cada quien debería preocuparse de hacer lo que tiene que hacer cuando quiera y pueda hacerlo, cuando se sienta verdaderamente motivado. ¿Qué carajos es eso de andar haciendo todos bien puntualitos, pero con unos ánimos de perro solo por que “lo tengo que hacer”? No señor, las cosas no deberían ser así. Si yo tengo ganas de irme a cagar a mi casa, en mi propio toilet, con mis propio rollito sanitario y el periódico que YO le compre al viejito del crucero, ¿abría algún pedo? Claro que no, excepto el que nos echaríamos y bien requete a gusto por estar en la comodidad de nuestra casa. Media hora después, podríamos regresar y terminar de presentar esa pedorra ponencia. Y entonces si, ya descargados, después de echarnos unos tacos en el camino y repasar nuestras notas camino a la oficina, haríamos nuestro mejor y mas estético esfuerzo y a todos encantaría.
Me cae que así, habría menos accidentes viales en horas hábiles. Es común y muy conocido que en este culo de ciudad los cuasi-choques están a la orden del día. NO falta cuando de camino al trabajo a la escuela, un par de amables conductores osan interponerse en nuestra muy importante cita por que al peugeot de la señora se le raspo su defensa y se le rompió una luz. ¿De quien fue la culpa? Sepa la madre, pero a puesto que el que iba mas apurado no es el mas inocente.
Cuando yo quiero comer, en realidad NECESITO comer. Y no me gusta esperar la comida. Es mi costumbre comer en la calle, y esperar a que la simpática señorita gordita y bonachona levante sus exuberantes carnes y se digne a atendernos como bien lo merece nuestro poder adquisitivo. Pero una espera que vaya mas allá de ese distintivo suceso, en realidad me exaspera.
En serio, odio los horarios y me caga tener cumplir y que me regañen por no ser tan puntual como un relojero suizo (relojero). Puedo huir de las personas ingratas, de los acreedores, de los testículos, de los mendigos, de los tipos con trapo que “cuidan” mi (supuesto) vehiculo motorizado, y hasta de mi cuñada, pero no existe cabron que se escape de los impuestos, los cumpleaños y de la calaca. Y, por definición, no soy tan idiota y tan chingon como para ser la excepción.
Siempre hemos esperado tener l edad suficiente como para hacer esto o aquello, pero afortunadamente nadie ha llegado a ser tan viejo como para poder hacer lo que quiera.
El Caesar ha hablado.
