miércoles, enero 31, 2007

El Vacío Que Vincula

"...y el amor es esa imposibilidad subcuántica que lleva información de fotón en fotón."


Había sido una ardua semana. No se habían visto más que a la hora de la cena y después de eso. Normalmente uno de los dos se despertaba y veía que el otro no estaba. Con suerte y alcanzaba a escuchar ruido en el garaje y un auto encendido hasta que el efecto doppler dejaba de ser perceptible.

Era viernes y ambos veían televisión. Siempre había trabajo los sábados, pero sin la presión de los horarios y jefes obtusos y malumorados. Morfeo no podía dejar de pensar en lo que había pasado en días pasados. Una y otra vez se había preguntado la causa de aquella sensación tan extraña que le había llegado y azotado como la marea alta a un antiguo navío de bancos remeros.

Pensaba en eso y pensaba en aquella mujer que yacía en su regazo, preguntandose como había ocurrido todo, dónde había comenzado. Los recuerdos se desvanecían entre la bruma espesa de su mala memoria. Siempre había tenido dificultad para recordar cosas, sobre todo cosas importantes.

Era un chamaco cuando tuvo su primera experiencia sexual. Creyó darse cuenta de lo que era el amor y su física. Había aprendido muchas cosas acerca de las mujeres, la mayoría desagradables y pensó que había nacido solo, vivido solo y que moriría solo.

En una ocasión, asistió a una fiesta que habían organizado unos compañeros de su escuela por motivo del cumpleaños de... como se llamaba? bah, no importa. Fué ahí donde conoció a elena. Para su suerte, ella iba acompañada. Hasta ahí había quedado su fantasía. Al final del semestre había terminado con el peor promedio de la clase. Había reprobado una materia. No pudo como verlo mas que como un mal augurio. No se equivocaba, pues si era una mala premonición, aunque como sucedia con las visiónes de las cuentas de cristal, abalorios y demás chucherías, siempre eran tan abstractas y confusas que no importaba si se daba cuenta de ellas o no, pues jamás acertaba en su significado. Él lo sabía, pero por esta ocasión lo pasó por alto y creyó hablar en el mismo lenguaje que el oráculo de delfos.

Era el primer día de clases y ahora se enfrentaba la situación de ser, aun mas, un alienado del grupo. Había conseguido entrar en la clase de un semestre inferior en una carrera que no era la suya y eso le incomodaba aun más. Ese día se había levantado tarde y no se había afeitado. Excelente, si su mala suerte continuaba, sus nuevos compañeros pensarían que sería uno de esos profesores novatos a los que tanto odiaba. Había tenido ya un par de ellos y no le inspiraban más respeto que un niño de cinco años con una enorme enciclopedia bajo el brazo.

Ese era el aula, 27-A. Bien, no había por que hacerlo tan emocionante. Se resigno y abrió la puerta. Se escuchaban conversaciones, diversas, extaciadas. Era común en el primer día de clase. Pero en cuanto sus compañeros lo vieron entrar, inmediatamente un silencio glacial barrió el ambiente. Morfeo no se inmutó y tomo asiento en la butaca que le quedaba más cerca. Se renudó la algarabía y se escucharon algunas risas, o tal vez eran burlas. No importaba, no venía a hacer amigos. Se limitaría a asistir cuatro horas a la semana, cumplir y seguir como si nada hubiera sucedido. Así lo veía pues esa materia no se relacionaba con ninguna otra en semestres posteriores. No pasaría más tiempo en la facultad de lo planeado. ¿Acaso tenía algo planeado?

Dos minutos después que él, una anciano atravesó la puerta. Indudablemente era el profesor de la clase. Cabello entre cano, un bastón (que no era mas que un adorno, pues era muy elegante y el viejo era fuerte), traje echo a la medida con las cortinas de algún hotel de paso. ¿Por que los ancianos que deambulaban por la facultad y lugares similares vestían tan feo? Esperaba no verse así a los sesenta años. Al parecer los jóvenes ya conocían al vejestorio. Era el único novato en el perímetro. Al percatarse el anciano de la presencia de morfeo, lo observó con ojos profundos, con una incomoda intensidad, como un cazador avaluando su presa. Cinco segundos después desvió la mirada, se dirijió a la clase y comenzó a hablar.

"Aburrido!" gritaba morfeo para sus adentros. Aunque había reprobado, ya nada le era desconocido y sintió ganas de huir, al percatarse de que todas las clases de ese largo semestre serían iguales. De pronto una esbelta joven se levantó y el anciano tomó su lugar. Morfeo no le prestó más atención que a las moscas que revoloteaban en el contenedor de basura que veía a través de la ventana. Pero al escuchar esa melodiosa voz levantó la mirada hacia el frente de inmediato. Sintió una punzada en la nuca, había algo en esta muchacha que le era familiar. Trató de recordar. Mierda, ¿donde la había visto? fué entonces cuando recordó. Era la joven que había visto en la fiesta de meses atrás, aquella que había despertado su interés tan rápido como un bolido en la recta final de una carrera de nascar, pero que había disminuido tan rápido como el contenido de una botella de mezcal en las manos de un teporocho al observar el brazo que rodeaba la cintura de la muchacha.

El anciano se levantó y la joven regresó a su sitio. Ya no estaba en su campo visual, pero mientras la observaba cuando regresaba a su pupitre, ella también lo había observado con ojos brillantes en inquisidores. Fué como una corriente eléctrica que trepaba por su médula espinal. Jamás había sentido eso, era algo extraño, ajeno. La clase continuó y la incomodidad no se iba, se sentía observado. En dos ocasiones volteó hacia atrás su mirada se cruzó con la de la joven. Su mirada era insistente. No sabía si la muchacha lo miraba por su inigualaba galanura (já) o por que lo creía un depravado, por la forma en que la había admirado mientras se encontraba al frente de la clase.

De pronto la chicharra sonó, el profesor se despidió y salió con paso vivaz por la puerta. Nadie más salio. Perdido en sus pensamientos, morfeo regreso a la realidad con un sobresalto y se apresuró a marcharse. Era su última clase. Pero antes de desaparecer por el umbral de la puerta, le echó una última ojeada a sus jovenes compañeros y no dejó de notar la mirada de aquella joven. Sus ojos brillaban pícaramente, una sonrisa asomaba por la comisura de sus labios. Morfeo le sonrió también y ella levantó la mano en señal de despedida.

Se sentía tonto, jamás había sido bueno conquistando chicas y sentía que aquella le coqueteaba como lo haría una puberta de secundaria. Meneó la cabeza y apresuró el paso al estacionamiento para dirigirse al trabajo. Sentía una extraña emoción, había sentido algo con la mirada de aquella joven. No sabía que era pero se sentía impaciente por volver a verla.


"...y el amor es esa imposibilidad subcuántica que lleva información de fotón en fotón."

viernes, enero 26, 2007

Primera Parte

Era su tercer semestre de su carrera universitaria cuando decidió que eso no era lo más adecuado para una persona con sus aptitudes. De echo, cuando dejó su trabajo y su carrera, no estaba seguro qué era lo más adecuado para sus aptitudes. A veces, por las noches consecuentes a ese cambio tan drástico en su vida, dudaba de sus aptitudes o, mejor aún, de que tuviera alguna.

Por alguna curiosa razón, el se creía una persona rodeada de problemas. No propiamente dicho en el sentido agresivo, si no que sólo creía que su vida bien podría ser más sencilla si no hubiera nacido cinco años después que su hermana y no hubiera desarrollado esa personalidad tan evasiva. Se podría decir que él no hubiera sido muy diferente si hubiera sido hijo único y hubiera nacido en una aldea cercana a una ciudad promedio.

Pero aunque esto a veces le molestaba, a veces pensaba que eso era una ventaja, pues en cierto modo siempre había sido independiente. Era solo que le faltaba encontrar esa pequeña ventaja. Todos sus conflictos internos se reducían a esa cuestión.

El obtuvo su primer empleo antes de dar su primer beso. No es que fuera feo (o eso era lo que el pensaba), sino simplemente era... pues era él, ese era el problema. No le vió ningún inconveniente hasta que estuvo a punto de terminar esa relación. Con el tiempo aprendió que nunca fué realmente un problema.

Ya viviendo sólo, estudiando una carrera nueva (con la ayuda de su padre) y con una trabajo de medio tiempo, veía la vida de un modo diferente. Jamás se consideró una persona madura y responsable. Sólo a medias independiente, pero por lo menos se sentía como una persona con una lámpara de haz láser difuso en una galería oscura, mientras los demás sostenían fluctuantes velas. No era mucho, pero se sentía muy ingenioso a la hora de afrontar problemas.
Era un idiota.

Estaba a punto de terminar su carrera cuando decidió fromalizar su relación con su actual pareja. Antes siquiera de atreverse a tomarse de la mano en público sin temor a ser acosados por parientes y amigos inoportunos, ambos habían acordado jamás contraer matrimonio más allá de las ambiguas leyes civiles. Para ellos, la religión era tan irrelevante en su vida como un roedor lo sería para una Ford tamaño familiar.

Al poco tiempo decidieron vivir juntos. Ambos eran profesionistas y habían llegado a ese acuerdo para hacer más fácil su vida económica. Un fin de semana que paseaba con su padre por el centro de la ciudad, se encontró con su antigua pareja. Se saludaron como dos viejos amigos que se habían prometido amisad eterna pero que el destino se había encargado de apartarlos. Los tres comieron en una taquería que se había echo popular en los últimos años en el viejo barrio comercial. En el ambiente se podía oler el aroma de comida callejera, smog y algo de tensión.

Ella les contó que tenía cinco años casada y ya estaba embarazada de su segundo bebé. El primero era varón y su nombre le resultaba extrañamente familiar. Se despidieron y ella continuó con sus habituales compras y curiosamente él le notó cierto desconcierto al referirse a su pareja y a sus vidas juntos.

Al día siguiente fueron a cenar a la casa de sus padres por motivo de una sencilla reunión familiar. Sólo faltaba su hermano mayor, que había tenido que salir de improvisto, pues uno de sus clientes lo había llamado con urgencia. Toda la familia acosaba a la joven pareja con la idea de traer una niño a sus vidas. Ella aunque con cierta duda, bromeaba y sus ojos tenían breves destellos de ilusión. Él sólo podía atinar a sonreír y seguir la broma.

Al ir al antiguo estudio, que en otrora fuera su habitación, se encontró uno de esos viejos almanaques que solían traer el nombre de algún santo en cada fecha no importante. Instintivamente lo hojeó hasta llegar a su fecha de nacimiento. No estaba su nombre. Recordaba que no todos los almanaques tenían su nombre cuando los miraba de chiquillo. Era algo que le resultaba fácil de recordar, pues hasta los doce años dejó de reprocharle a sus padres que no le hubieran puesto un segundo nombre. Pero eso no fué lo que le llamó la atención, si no el nombre que habían en su fecha de cumpleaños. Era el nombre del pequeño de su antigua novia.

Se echó a reír, en parte burlandose de él mismo, en parte comprendiendo el humor de la irónica vida a la que ya estaba acostumbrado. Volvió con su familia y todos se embriagaron y cantaron hasta que fué hora de retirarse. De no haber sido domingo, así habrían continuado hasta el amanecer.

Recordaba un libro que había leído en su juventud, algo que decía el héroe de esa ópera romantica. Algo de que la vida era una perra fanática de la ironía y de que eso lo había aprendido desde pequeño. Los momentos más hermosos de la vida escapan más rápido que el agua de lluvia a través de los espacios entre ambas manos. Y son fácilmente olvidables. Pero las peores y más incómodas situaciones, se alrgan eternamente y hasta el más mínimo detalle se graba con letras de fuego.

Jamás hasta esemomento, había entendido ese pequeño fragmento: "Con letras de fuego", el en su vida había conocido esa clase de letras. Lo que más se le parecía eran esas sicodélicas figuras de estraños colores espectrales que permitía la nueva tecnología en morteros y cohetones. No distinguía entre un mortero de índole pirotecnico y un mortero que en su volátilmente veía como un aburrio flacucho encargado de la limpieza de una morgue.

No le importaba. No era su especialidad. A esas alturas de su prometedora carrera creía saber todo lo necesario. Y aún más. Creía saber todo lo hay que saber. Creía saberlo todo.
No sabía nada.

Lo descubrió tres años después, cuando el amor de su vida se encontraba conectada a complejos aparatos medicos y consolas de monitoreo en una inmaculada habitación de un prestigiado centro médico. La vida de ambos pendía de un hilo. Habían pasado tres semanas desde que ella había sido herida con numerosos perdigones de un tiro fallido. No habría representado problemas si dos de ellos no hubieran dio a dar a los lugares menos indicados. Uno amenazaba la vida de su pareja, otro amenazaba con dejarla invalida de las caderas hacia abajo si salía copn vida. Un tercer impacto fantasma flajelaba si frágil voluntad y complejo estado mental.

Siempre había sabido que la vida era injusta e irónica. Pero jamás había saboreado las mieles agrias de la amargura en carne propia. En épocas de la inquisición, bien podría haber sido excomulgado, torturado y ejecutado por el Santo Oficio. Nada de esos echos irrelevantes le importaban.

Transcurrieron tres meses. En ese tiempo ella se había librado de las garras de la muerte, pero la demandante atención había originado serios conflictos con su jefe de división y roces con nuevos colegas. Más de los que deseaba con aquellos con los que competía por un jugoso ascenso.
A él no le importaba más que la vida de su elena. Tal determinación le hacía pensar que ni siquiera el bóreas la arrancaría de sus manos. Y con los pies en la tierra, que su reputación le aseguraría un trabajo en cualquier plaza disponible y eso les permitiría sobrevivir mientras sus situaciones mejoraban. Digo "sus" por que siempre se consideraron autonomos, nada posesivos.

Para él, después de que la amenaza de muerte había pasado, todo lo demás eran meros inconvenientes menores. El sentido de la vida era para él sortear esos errores de la mejor manera posible. Y era bueno en eso, aunque no tanto en lo que realmente importaba. Y también era bueno en reconocer eso.

Esa curiosa habilidad que tenía la puso de nuevo a prueba un día la había llevado al centro medico para seguir con la cuestión de la movilidad de las piernas de su elena. Ese día conocieron a un entusiasta doctor que recientemente había recibido su título de posgrado en la facultad de medicina de la universidad. Lo conocieron gracias a un decano de esa universidad, amigo de ambos cuando ellos aún recorrían los pasillos y jardínes de su adorada institución. El decano era famoso por esas historias que rodeaban a su alrededor, aquellas que hablaban sobre su afición por las jovenes estudiantes y que ponían en entre dicho su ética profesional. A él y a elena siempre les causaba gracia todos esos comentarios y poco les interesaba si eran realidad o ficción. Para ellos era el mejor profesor de la universidad. Y aunque con elena se demostraban un poco esas historias por la coqueteante actitud del viejo, el siempre lo vió más como un amigo que como un páris para menelao.

Se veía que era un joven prominente, ansioso de arrasar con el mundo y someterlo a sus pies. Antes de obtener su posgrado, se había especializado en ortopedia. Era la razón por la que acudían a él de entre muchos. Aparte de su notable aptitud profesional, tenía una personalidad que ribalizaba con la de Topogigio y que seguramente lo había echo popular en la preparatoria. Era un tipazo.
A el le cayó en los huevos.

El casi podía percibir la distorsión estática cuando el joven doctor se dirijía a él. Y para colmo, notaba una irritante actitud dirijida a ella. En parte coqueteo, pero eso no era nuevo. Ella no era posedora de un rostro bello, según los canones actuales, pero si nos referimos a su cuerpo ¡uff!, no había objeciones al respecto. Pero hasta eso que no era muy relevante, en este sector del planeta. Si no su adorable personalidad, algo así como una mutante combinación de Hello Kitty y Rey Ayanami, con una chispa del despresiable carisma de una protagonista de telenovela.

Era interesante como ella había terminado en los brazos de nuestro esquizoide morfeo y no con un tipo como el doctor que tenían enfrente. Todo esto le causaba migraña al pasar por su cabeza mientras el doctor vociferaba con voz de barítono los milagros de los adelantados tratamientos en "neuromuscoloesqueletica" y demás vagedaes. Para morfeo todo esto le era tan extraño y, en palabras del doctor, tan repulsivamente irrelevante, como el mortero de la morgue. Hacía muchos minutos que se preguntaba si estaban tratando el problema de elena o estaban en la exposición de tesis del belicoso doctor.

Aunque seguramente él no era más de dos años mayor que el doctor, le seguí pareciendo un mocoso mimado. Podría decirse que elena lo amaba. La froma en que le hablaba acerca de su pronta recuperación la hubiera echo saltar de emoción si sus marchitas piernas se lo hubieran permitido.

Pasaban los meses. Elena comenzaba a dar, otra vez, sus primeros pasos. Morfeo jamás perdió su trabajo y hasta su posición jerárquica había mejorado (ambas cosas no sucedieron sin antes ponerlo en serios aprietos). Pero eso no lo había ayudado mucho en su cada vez más frágil relación con elena. Él sabía que elena jamás lo traicionaría, jamas rompería a su pacto de su amor. No sin previo aviso. Justo como habían "acordado" en su época de tierno noviazgo.

Jamás pensó en pasar los mismo dos veces. Mucho menos que esta vez los papeles se revertieran. Ambos ya lo habían visto venir pero el acabose fué cuando elena fue invitada
a una fiesta del centro medico. Además del viejo decano, ambos tenían conocidos y amigos de sus épocas de universidad. A morfeo poco le importaba el motivo de la fiesta, y menos le importaba que elena estuviera dispuesta a ir aunque el no había sido invitado. Elena había insistido en que la acompañara, pero al saber morfeo que el Dr. Maravilla (como se había acostumbrado a nombrarlo) también asistiría, no había poder humano que lo convenciera de que unos momentos en la fiesta no afectarían al infrome que tenía que preparar. Era fin de semana. Elena no le rogó (nunca lo hacía) y partió rumbo a la fiesta, con esas flamantes zapatillas negras con piedritas brillantes que le había regalado apenas una par de días antes.

Eran las dos de la mañana y seguía trabajando en su dichoso informe cuando escuchó que un auto detenía el motor frente a su modesta (aparentemente) morada. Como una broma de mal gusto ante la a veces exagerada propiedad de elena, morfeo había echo pintar de colo purpúreo la fachada su hogar, aún en contra de las insistentes protestas de elena. Aunque a ambos les parecía ridículo, él siempre se la ingeniaba para utilizar el mismo color y con el tiempo habían aprendido a ridicuizar a sus amigos por sus "aburridas viviendas" cuando trataban de mofarse de ellos por la fúnebre fachada.

Morfeo se asomo por la ventana y vió con curiosidad que no era el auto de elena y con aún más inquietud que el que bajaba del coche por el lado del conductor era el Dr. maravilla. Lo que temía era casi tan real como... algo que por poco es real. Vió como el Dr. maravilla ayudaba a elena a bajarse del auto compacto (y deportivo) y un segundo después observó que elena tenía los pies desnudos. Observó como las zapatillas de elena se balanceaban en una mano del odioso Dr. No demoró más tiempo observando esta indeseable escena y salió a su encuentro. Hacía frío y pequeñas gotas humedecían las mejillas de elena. Morefeo salió con chaqueta en mano. Todo el día había estado nublado y alena apenas se había llevado un delgado suéter. Ella tiritaba de frío. Justo cuando el Dr. maravilla observó que morfeo salía de la casa y observó lo que traía en la mano, se apresuró a quitarse su costoso saco y ponero sobre los frágiles hombros de elena. Morfeo lo maldijo por milésima vez y pensó: "hijo de puta, recorres veinte minutos bajo un cielo frío y lluvioso y apenas se te ocurre hacela de romeo. Pues bien, que se te congele el trasero", y se apresuró a ponerse la chaqueta. El doctor, con todo y su elegante camisa de seda, se congeló su caballeroso trasero.

Morfeo lo saludó con un seco apretón de manos y le dijo: "gracias, mañana paso a devolvertelo" refiriendose al saco y custodió a elena hacía la entrada. Se percató de que ella flotaba en una nube etílica. Ella lo conocía demasiado bien y aún ebria no pasó por alto la escena y la la irritación de su esposo. Pero aún lo amaba y apenas estuvieron dentro lo besó tiernamente en los labios. No comprendiendo del todo por que, él la rechazó por un instante, pero como siempre sucedía, terminó rindiendose ante su encanto. Hubieran subido a la alcoba pero no lo hicieron por dos razones: Los fuegos del amor siempre han sido apremiantes y no les importa donde con tal de que sean consumidos; y segundo, no podían subir por que su morada sólo tenía un piso, no como en las viejas películas románticas exitosas. Se desnudaron en la sala. Ella tenía sus pechos húmedos y esto le recordó por un instante a morfeo que afuera llovía y todo lo anterior y lo que no había presenciado en la fiesta. Esa idea lo enfureció, pero elena pareció leer su mente de nuevo e hizo que lo olvidara con su suave movimiento de caderas. Hicieron el amor toda la noche.

A la mañana siguiente, morfeo despertó sobresaltado. Había tenido un sueño desconcertante. Había soñado que viajaba con elena y una repentina criatura del bosque se interponía en su camino. Ella conducía y jamás sobresalió por su habilidad al volante, pero era su cuidado al coducir lo que le daba tranquilidad a morfeo. Ambos se sobresaltaron y el coche salió volando por el acanilado. Ambos murieron aunque no estaba seguro como lo sabía. No le sorprendió despertarse con vida. Tal vez uno sólo se sorprende cuando se despierta muerto. La sensación era tan real y latente que luchó por desperezarse y encontrar a elena a su lado. Ella dormía con la gracia de un ángel. La mitad de ella cubierta por una suave sábana, la otra expuesta a la vista de morfeo. Él la miraba inquisitivamente y se preguntaba a qué hora habían ido a dar a la recámara.

Salió en calzoncillos al patio trasero, que daba a una hermosa vista de un pequeño lago. Es por eso que habían elejido vivir fuera de la ciudad. Su mascota, gary, ese estúpido gato rechoncho corría por el patio, persiguiendo tal vez canarios imaginarios. Siempre le había parecido que ese gato había sido perro en otra vida, pues rara vez se escapaba de casa, no era muy ábil y se había acostubrado a vivir fuera de la casa.

Viendo a gary correr, observando el cielo ocuro techado de nubes, las misma que habían provocado la lluvia de la noche anterior y que amenazaban con tormenta, morfeo percibió en la brisa de la mañana un aroma que no le era desconocido, pero tampoco habitual. No era un aroma natural, era el aroma de algo sugestionado. Esa mañana, morfeo olió el aroma de la desesperanza, de la duda, del destino incierto. Esa mañana descubrió que algo era diferente, que algo estaba cambiando y estaba mal. Esa idea lo desalentaba.
Esa idea le robaba la vida.


Idea "original" de el Clon.

jueves, enero 25, 2007

y sigue la mata dando

Otra vez nevó. Esto ya me está produciendo hueva. Creo que es lo que sucede con casi todas las cosas. LLega la entropía, le pone en su madre a todo y se va como si nada pasara.

No quiero ni imaginarme como irá a estar la próxima temporada fría.

Al parecer esa pinche nubecita es la que está causando todo este desmadre.

Pd: Observen la mamadota en la foto: "Frío" y "Más frío".

Uooo, aaah, no mamen, que exactitud.

martes, enero 23, 2007

seven down

Un comentario de mi estimada Katy muy atinado, acerca de los pretextos. De lo de hacer reir no estoy muy seguro. Y como la hueva rifa, ahí les van unas simples imágenes y ya.

Un día, así sin más por que a alguien se le incho en los huevos, amaneció nevado. Dicen los vejestorios de estos lares que fué como nunca. Sepa la bola, igual y ya los atacó el alemán, por eso la exageración.

¡Ira wey, ahí va santa! ¡sí existe! ¡sí existe!
La madre que, eso fué lo que me dieron en el intercambio de la escuela. Que puñetera mamada.


Y a eso se resumió la navidad en mi casa. ¡Feliz navidad zoquetes!



Los últimos días en el patio trasero de michoacán, como ya había dicho. Un castillo ardiendo.



De derecha a... Yo, mi papá y jesús (el viejo de mi prima, que es oriundo de "La Yerba Buena", Michoacán).

-No leni, en chihuahua están más buenas las viejas. En mi tierra tienen las nalgas cuadradas.
-Neta?
-Yeap, ya verás cuando vayamos.

No ví viejas con las nalgas cuadradas, solo árboles cuadrados (sin nalgas).


Aquí sobran los comentarios (de un servidor obviamente, los suyos ni como evitarlos).



Y eso es todo amiguitos... bueno, a petición de katy, un breve momento cómico, con el mahatma de co-estrella (obvio, yo soy la estrella), mientras maniobraba para salir de un estacionamiento.
- Carajo, ¿por qué siempre es más fácil salir que entrar?.
- Leo, acabas de decir una irrefutable verdad...
- ...
- JAJAJAJA.
- JAJAJAJA, ei.

Qué? no le entendieron? ay ya pues, chinguen su madre ¿para que coños lo intento?.

martes, enero 16, 2007

Necesito descansar de las vacaciones

Orales, ya estoy en chihuahua. Las vacaciones se pasaron rápido. Y estuvieron a toda madre y cumplieron su cometido.

Precisamente iba a ponerlas, osea, las fotos, de la nevada de hoy, pero me acabo de dar cuenta que se me olvido el cablecito en parral, buuu! Traigo algunas (bastantes) fotos de esta temporada puñetera llamada navidad (espero no salga algún chistosito con un chiste mamila).

Ya será después. Y... pues ya, últimamente no tengo mucho que decir. Resumiendoselas (mis vacaciones, no se emocionen) fueron muuy... vacacionales, unas tres veces estuve al borde de la borrachera, cosa rarísima en mí, y pues chido, hay que dejarse llevar debes en cuando, al cabo echarse unas diez mil neuronas uno que otro día no hace mucho daño, no creo que se me acaben los cien millones que tengo de aquí a unos muchos años.

Nevó en parral, nevó en chihuahua, comí una mafufada que se aventó mi papá con carne de venado (creo), camarones, pulpo y no se que mas en navidad, claro, con sus respectivos tamales y otras cosillas tradicionales (como el tequila, aunque ese no era Tradicional, era Hornitos). El cambio e año en el rancho de mi abuelo (en durango) disparandole a los postes de la cerca después de las doce con todo lo que había (pistola y rifle 22, una 38, el chingonsísimo 22-250 con mira telescopica-para darle al objetivo que estaba a la increíble distancia de 8.5 metros, pfff jajaja- y el 30-30 que pataleaba como mula, y creo que hasta les aventamos caca de vaca), y seguirle con la pachanga y las noches buena (que quedaron del 25, jaja). Y los últimos días de vacaciones en una feria asfixiante en el patio trasero de michoacan, un pueblito llamado "La Yerba Buena", con toros estilo pamplona y toda la cosa.

Ah, dulce vida, alejate calaca que aún no termina. Y muy cansado, después de unas 22 horas de viaje de regreso desde ese pueblito cálido y picarón, para llegar a chihuahua a las 10 pm aproximadamente, descansar, y levantarme tempranito (no tanto) el lunes para ir "ansiosamente" al primer día de clases de mi segundo tetramestre, llegar al mediodía, comer, limpiar un poco la casa, descansar, ir a visitar a mi güera por la noche y regresar para continuar con el último libro de la saga de Hyperion, del maestro simmons, en la página 98 (de 922 mamomenos).

A veces, a pesar de todo, la vida no es tan mala. Les prometo, a mis apreciados lectores, que mañana recoreré sus espacios y continuar con este flamante 2007.

FELIZ AÑO NUEVO!

miércoles, enero 03, 2007

Puta madre, estoy en un ciber y se me está congelando el trasero y los dedos.

Rápidamente, espero hayan tenido una pachangas bien orgásmicas y que no hayan echo el oso como el borrachín de la fiesta.

Al rato que reanude actividades en la escuela y me vaya a chihuahua (que haya si tengo internerd), publicaré fotos de... pues no se, de esta temporada, ah, y del día que nievo (no encontré la palabra correcta.

Y ya, se ven.