viernes, mayo 23, 2008

Una noche nocturna

No sé por qué, al momento de llamar, pregunte quienes iban y cual era su destino. Fueron dos preguntas faltas de sentido, diría cualquiera que no sufriera de parálisis cerebral, pues ya hasta me había duchado y, mejor (o peor) aun, ya iba conduciendo.

Esta clase de excursiones son una práctica muy poco habitual para mí, pues acostumbro quedarme en casa y buscar entretenimiento para legos en Internet, o leyendo cualquier cosa que no sea deprimente.

Pero ahí iba yo, y ahí iban ellas. Y, al contrario de lo que muchos (muchos más que muchos) podrían pensar, yo solo iba a tomar un par de cervezas y degustar un generoso montoncito de cacahuates. Y aquí es donde debo señalar que los cacahuates nunca hicieron acto de presencia.

Todo transcurrió según lo no planeado: yo, bebiendo lo que los niños aprenden en la escuela que es 2 + 2 y todos los demás entes alrededor bailando y riendo. Lo primero es algo que no conozco, por que no me gusta, así como no conozco el sabor de los garbanzos (que no me gustan), y lo segundo solo podía ser provocado por el alcohol que pronto empaparía mis neuronas. Ah, y figúrense que mis neuronas son de esas que se ahogan en un baso de agua alcohol.

Un hecho interesante y conocido es que las cosas casi nunca son lo que parecen. Por ejemplo, si una tipa frota jocosamente su anatomía (no importa que parte) con el tipo que esta al lado suyo, éste rara vez sabrá como reaccionar. Cualquier hombre que se encuentre en tan macabra situación puede pensar un singular número de cosas, pero les aseguro que un 90 % de esas 69 cosas invariablemente van a estar ligadas a los placeres carnales. Así que, mujeres, dado que es bien sabido por los hombres que, cuando ustedes hacen alguna clase de alusión al sexo, raramente es lo que buscan, evítenos la pena de repelerlas olímpicamente y mandarlas a fastidiar a su adorada progenitora. Pueda ser que una de cada mil veces, una mujer realmente le este ofreciendo un poco de sana diversión a su interlocutor, pero, como los hombres le tememos al fracaso, normalmente elegimos hacernos los desinteresados, y lo mas probable es que ignoremos su mensaje tal como ya lo explique.

Eso y otras curiosas y vulgares situaciones ocurrieron. El objetivo se cumplió a medias por que jamás obtuve mis cacahuates, pero aun así no me quejo y estuve en mi departamento a las buenas cuatro de la mañana (de hoy, que ayer, era del siguiente, o sea, hoy).

Sepa la chingada (que sabe un chingo) por que no puede apagar mi mente hasta que el sol superaba el horizonte occidental, pero así fue, y mi despertar de tan infortunado letargo fue tan solo dos horas después. Es por eso que ando como zombi. Lo más curioso es que, cuando me vi en el espejo, ni siquiera estaba despeinado.

Un triste final para muchos.

2 comentarios:

Ya no soy yo. dijo...

Pinches mujeres pendejas.

Anónimo dijo...

realmete crees k los hombres no ceptarian un embarradon de nalgas??? jeje ps si son los priemros k se emocionan!! los hombres nunka pierden una oportunidad ( sea esta o no real) x lo menos eso en mi experiencia, mmm como llegue yo aki????